El vínculo entre la Resurrección y las elecciones

[Tomado, traducido y adaptado de N. T. Wright, «The Link Between the Resurrection and Elections». Disponible en https://time.com/6958147/easter-resurrection-elections-essay/?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR24fgmPCU-UWIpk51p5KcGQs_9L4JugnD13kbESe7XYXcsJUrZWLb-enjc_aem_AdOf7jlxbxBHQ_QpbsB2UIPxvPapNKn-ewChN06_DE6cwHBYzyJPb4s5uldiIfSPLtvjRPCOjnaze73m1LekO0Ff].

Hace poco fui a un funeral. Era un viejo amigo y antiguo colega. La gran «C», diagnosticada hace seis años. Sobrevivió cinco años al primer diagnóstico, pero al final lo alcanzó. Espléndido servicio, música encantadora, buen sermón, muchos momentos conmovedores. Me encontré con docenas de personas que no había visto en años. Todo como debe ser.

Excepto por una cosa. El servicio fue anunciado como una celebración de «resurrección». El papel impreso del servicio lo decía. El predicador lo dijo. Algunos de los himnos lo decían. Pero la resurrección en sí -una nueva vida corporal en la eventual nueva creación de Dios- brilló por su ausencia. Y eso es un problema. No sólo porque la mayoría de la gente en nuestra cultura no sabe lo que significa «resurrección», sino porque no saben por qué es importante.

La resurrección importa porque lo que esperas en última instancia afecta a la persona que eres ahora mismo. Más concretamente, importa porque las personas que realmente creen en la resurrección tienen un enfoque diferente de toda la vida, incluida la política. Incluidas las cuestiones de justicia y misericordia, a todos los niveles. Incluyendo, me atrevería a decir, el voto y las elecciones. Esto nos afecta a todos.

¿Qué significa «resurrección»? La mayoría de la gente hoy en día asume que es una forma elegante de decir «vida después de la muerte». Eso es ciertamente lo que yo habría captado de ese servicio fúnebre. Pero «resurrección» nunca significó «vida después de la muerte» o «ir al cielo». Mucha gente en la época de Jesús creía en la «vida después de la muerte», de alguna forma, pero aún así se escandalizaban cuando se hablaba de «resurrección». Esto se debía a que «resurrección» siempre significaba que las personas que habían estado físicamente muertas volvían a una nueva vida, una nueva vida corporal. Independientemente de lo que queramos decir con «vida después de la muerte» (la Biblia dice muy poco al respecto), la «resurrección» es una etapa posterior. Es la vida después de la «vida después de la muerte». Dondequiera que estuviera Jesús después de su horrible muerte, no resucitó sino hasta el tercer día. «Resurrección» es la etapa final de un viaje post-mortem de dos etapas. Con ella nace un mundo nuevo, lleno de posibilidades.

El cuerpo resucitado de Jesús fue el primer elemento de la largamente prometida «nueva creación» de Dios. Un poco del nuevo mundo de Dios, que se adelanta desde el futuro último hasta nuestro sorprendido y desprevenido tiempo presente. Y lanzando el proyecto de la nueva creación que continúa hasta hoy.

La mayoría de las personas de nuestro mundo, incluidos la mayoría de los feligreses, nunca han oído esta explicación. Esto nos priva, como individuos, de nuestra esperanza última, dejándonos con el «pastel en el cielo cuando mueras», que nunca fue la visión cristiana original. En particular, nos roba la motivación para trabajar por la nueva creación de Dios en el presente. Y eso significa la vida pública, la justicia, la política, el voto y todo lo que ello conlleva.

Esta es la cuestión: La resurrección de Jesús no significa: «Se ha ido al cielo, así que nosotros también podemos ir allí» (aunque se te podría perdonar por pensar que significa eso, dados los muchos sermones tanto en los funerales como en Pascua). Significa: «En Jesús, Dios ha puesto en marcha su plan para rehacer la creación en su conjunto, y si eres seguidor de Jesús puedes formar parte de ese plan ahora mismo». Lo que Dios hizo por Jesús, de cerca y en persona, es lo que piensa hacer por todo el mundo. Y el proyecto ya está en marcha.

¿Cómo funciona esto? Una manera de expresarlo es decir que Dios se propone enderezar el mundo entero al final. Este será un gran acto de nueva creación total, para el cual la resurrección de Jesús es el modelo avanzado. En el presente, sin embargo, Dios endereza a las personas -mujeres, hombres, niños- llevándolas a la fe en Jesús y modelando sus vidas con su espíritu. Y lo hace para que puedan, aquí y ahora, convertirse en personas «que enderezan» al mundo. En el futuro, Dios enderezará el mundo; en el presente, Dios endereza a las personas.

Y el pueblo «enderezado» está llamado a ser pueblo «enderezador», pueblo del Sermón del Monte, amantes de la justicia y la paz, en y para el mundo de Dios. Deben ser signos de la nueva creación que comenzó con la resurrección de Jesús. Deben producir, aquí y ahora, nuevos signos de ese mundo nuevo. La Iglesia en su conjunto, y cada uno de sus miembros, están llamados a convertirse en un pequeño modelo operativo de la nueva creación.

Y esa nueva creación incluye (lo que llamamos) reforma social. Echa un vistazo a los pasajes bíblicos pertinentes. Los Salmos esbozan la sociedad ideal: en el Salmo 72, la prioridad número uno del rey elegido por Dios es cuidar de los débiles, los pobres y los desvalidos. Los profetas añaden sus imágenes dramáticas, como en Isaías 11, donde el lobo y el cordero se acostarán juntos. (Lo intentaron en un zoo de California, y funcionó bien siempre que pusieran un cordero nuevo cada día). Ya en la época de Jesús, algunos maestros judíos interpretaban la imagen de Isaías del mundo pacífico en términos de reconciliación entre naciones enfrentadas. Jesús anunció que había llegado la hora de este nuevo camino de paz. San Pablo retomó este tema, considerando a la Iglesia, por definición, como una sociedad multicultural y multiétnica, sin clases sociales ni jerarquías de género, como signo y anticipo de la nueva creación de justicia y paz.

La tragedia de las iglesias occidentales es que, al malinterpretar la «resurrección», tanto los «conservadores» como los «liberales» se han despojado de todo el mensaje. Los conservadores, deseosos de decir a la gente cómo ir al cielo, consideran una distracción cualquier intento de mejorar el mundo actual, sin darse cuenta de que con la resurrección de Jesús ya se ha puesto en marcha la nueva creación. Los liberales, a los que se les ha enseñado durante mucho tiempo que la ciencia ha refutado la resurrección de Jesús, descartan su importancia y persiguen su propia visión de la mejora social.

De ahí el impío enfrentamiento: los cristianos liberales diciendo «justicia y paz» pero negando la resurrección; los cristianos conservadores diciendo «resurrección» pero queriendo decir «ir al cielo». El problema es que intentar obtener el resultado (justicia social) sin el recurso (la resurrección de Jesús) es construir sobre arena. Del mismo modo que un «cielo» que no sea «una nueva creación» es vacío (y antibíblico), una agenda liberal que no esté enraizada en la resurrección carece de timón. La Ilustración del siglo XVIII intentó ese experimento (reforma sin resurrección), y está claro que no ha funcionado. No: es porque Dios resucitó a Jesús de entre los muertos que se promete la nueva creación definitiva, y la nueva creación presente se hace posible.

Una verdadera comprensión de la nueva creación, en cambio, comienza con el mensaje de Pascua sobre la nueva vida corporal de Jesús y el poderoso don de su espíritu. Fluye hacia el trabajo creativo, sanador y restaurador en el mundo de Dios, incluyendo, por supuesto, la vida política y pública. Esta visión se abre paso a través de nuestras actuales guerras culturales, en las que trozos de «religión» a medio recordar se confunden con trozos de «política» a medio entender. Es hora de reajustar los términos, tanto del debate como de la acción. Si acertamos con la resurrección, las prioridades políticas, incluido el voto sensato, se reorganizarán por sí solas.

Esa es la esperanza. Y, en el Nuevo Testamento, «esperanza» no significa «optimismo» o «mirar siempre el lado bueno». Significa Jesús.

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